domingo, 6 de febrero de 2011

La excusa de los elefantes....

La excusa de los elefantes....

No es que los paquidermos tengan alguna treta para librarse de algo, como pudiera parecer. El tema es que para subirme en una moto y hacer una “harta” de kilómetros, necesito alguna excusa, un destino, un motivo. Es algo que aun no he superado. En algún otro escrito he hecho referencia a un anuncio de un marca de motos en la cual el sistema del motorista para elegir el destino era lanzar un dardo sobre un mapa extendido en la pared, me pareció fascinante, pero yo aun necesito algo mas concreto para ir a algún sitio..

Por motivos que no vienen al caso necesitaba airearme. Y que mejor sistema que hacer una gran parte de un largo viaje con temperaturas bajo cero. La mítica concentración invernal de los “Elanfantreffen” se realiza a finales de Enero en un extremo de la Baviera Alemana, en esas fechas la nieve y las bajas temperaturas es lo normal. Para los moteros de esas latitudes es en encuentro festivo, y para los que venimos de sitios mas cálidos es un reto.

Como es habitual en mi preparo el viaje para realizarlo en solitario y en pocos días. Leyendo a otros motorista tomo conciencia de la conveniencia de no ir directamente, en Suiza en estas épocas puedes tener problemas con la nieve, y por supuesto por los Alpes Italianos imposible, están casi todos los puertos cerrados o no es la moto el vehículo ideal para atravesarlos. Así que elijo la ruta que sube un poco mas al norte, pasando por Karlsruhe. Para la vuelta me preparo algo mas original, bajaré por el este de Austria, entre Viena y Salzburgo, entraré por Udine en Italia, desde allí a Venecia y cruzando en dirección Oeste llegaré a Génova y de ahí directo a casa.

Aunque en principio me programé 4 noches y cinco días al final lo he hecho en 3 noches y cuatro días.

Salgo en jueves sobre las 7,30 horas, el día se presenta con temperaturas suaves para la época, parto de Barcelona con unos 8º, al atravesar la frontera las temperaturas bajan hasta un mínimo de 3º, pero debido a la humedad me empiezan a afectar, paso frió, mas del que pensaba...

Día de autopista sin mucha historia, no coincido con ninguna moto hasta Mulhouse, donde en un área de servicio veo una moto francesa, que también se dirige a Elefantes. Empieza a anochecer, es lo malo de viajar en invierno. Las temperaturas rozan ya los cero grados y el cansancio empieza a hacer mella.

Entre 1.000 y 1.150 kilómetros es el máximo que recomiendo diariamente, para ello yo tengo como unas normas mínimas: Antes de las 10 de la mañana es cuando tienes que esforzarte en hacer entre 300 y 400 kilómetros, en esa primera etapa estoy fresco y solo paro cuando el respostaje me lo exige; después de un segundo desayuno, hay que reponer azucares para el cansancio, otra tirada hasta la hora de comer, recomiendo que sea entre la una y las dos no mas tarde, debes llevar mas de 700 kilómetros, y dejar para la tarde otros 300 o 400 km. más, entonces el cansancio ya hace mella, suelo hacer una parada intermedia entre repostajes, tiradas de 175/200 kilómetos máximo, es un parada breve y solo bebo café. Es mejor hacer mas paradas breves que pocas muy largas, es en las largas paradas donde se pierde el ritmo, esto suele ser habitual cuando se viaja en grupo, en solitario todo es mas controlable.

Mi anterior disertación viene a cuento con mi siguiente encuentro motero. Ya con mucho cansancio y frío, las temperaturas son bajo cero, hago mi última parada para repostar, y compruebo con alegría que hay dos BMW´s españolas en la gasolinera. Me comentan que son de Tarragona y que han salido a las 3 de la mañana y que su intención era pernoctar en Munich. Pues perdonadme si leéis esto pero la programación no ha sido correcta. Saliendo solo 100 kilómetros antes que yo, y cuatro horas y media antes, la gestión de las paradas no habrá sido la correcta. Y como se os ocurre programar una etapa de unos 1800 kilómetros, sobretodo en invierno que oscurece muy temprano. Los veo muy fatigados, están intentando confirmar el hotel para llegar después de la media noche, son las seis de la tarde, y ya es noche cerrada. En general hay que estar en el hotel sobre las siete de la tarde, que por los problemas de localización pueden alargarse hasta las ocho, nunca mas tarde.

Prosigo mi viaje pensando en lo mal que lo pasaran si quieren llegar a Munich, a mi solo me queda una hora y ya estoy pensando en una ducha caliente y una mullida cama. Empiezan a caer algunos copos de nieve.

Llego al hotel que he localizado por Internet a un precio muy razonable. Esta en una pequeña población cercana a Karlsruhe. El hotel es de estilo rural de la zona, muy agradable, los camarero/as van ataviados con trajes regionales. Hay restaurante, aunque yo en previsión (siempre lo hago) en la ultima parada he comprado algo para cenar, ya que en Europa los horarios y el servicio no es el mismo.

La habitación toda de madera muy acogedora, la moto no la he podido aparcar a cubierto, pero la he dejado pegada una pared, para evitar la casi segura helada, la controlo desde la venta de mi habitación. Una ducha laaaaarga con agua muy caliente, ceno un gran bocadillo con embutidos, huevo duro, quesos y lechugas, que me sabe delicioso. A las diez ya apago la luz, me meto en una súper mullida cama con un edredón de plumas, que mas se puede pedir....

Lo primero que hago al despertarme, es mirar por la ventana, ahí está mi moto, por suerte no ha nevado aunque la helada es importante, espero no tener problemas para arrancar el motor. Desayuno en el hotel, en un comedor decorado con muy buen gusto con motivos regionales, es temprano estoy solo y en cada mesa hay una vela encendida, ... me gusta que se cuiden los detalles. Hay que aprovechar el buffet libre, embutidos, quesos, mantequilla, mermeladas, bollería y café con leche..., el día puede ser duro pero esto ya no lo quita nadie....

A la primera presión del botón de arranque responde el gran motor bóxer con su típico ronroneo.... Temperaturas bajo cero, que me acompañaran todo el día.

De mi destino me separan unos 400 kilómetros, llegaré antes del medio día. Ya cerca decido ir al lugar de la concentración antes que al hotel, es temprano. El navegador me saca de la autopista y me va guiando por carreteras secundarias estrechas como cintas negras sobre el fondo blanco de los campos nevados. Por suerte luce el sol y pese al frío es agradable circular por estos parajes. Isabel, la voz del navegador (de la cual luego os explico el cambio en nuestra relación), me indica que me adentre en una zona boscosa, veo que el piso esta totalmente helado, dudo en sacar las cadenas textiles que llevo, pero decido acertadamente obviar la indicación y seguir recto, Isabel ya encontrará otra forma de llegar dando un rodeo, evitando ese paso.

En relación a la preparación para circular por zonas con posible nieve y/o hielo además de las cadenas textiles (son de coche pero sus medidas son compatibles con mi rueda, cuyo basculante tiene que ser de un solo brazo), también tomé la precaución de bajar el asiento al nivel mas bajo, ya que si tengo que apoyar el pié en el suelo lo haré con mayor seguridad.

En cuanto a Isabel, la voz de navegador, debo deciros que los primeros años fueron de tensiones e incomprensiones, en los cuales incluso debo reconocer con vergüenza que no llegue a los malos tratos físicos, pero si que los insultos a ella y a su familia abundaron. Hubo un tiempo en que pensé dejarla, que no me acompañara en mis viajes, me ponía de los nervios. Ahora todo ha cambiado, soy mas comprensivo y ella menos cabezona con sus reiterativos “recalculo”. Le tengo fe, le dejo que me lleve, y no suele perderme. Y cuando en algún momento decido por mi cambiar el rumbo al poco le dejo que me aconseje. Seguro que esta es una historia muy habitual en las parejas reales, el tiempo hace que nos amoldemos y seamos mas tolerantes con las manías del otro. No sabría ir de viaje sin ella....

Siguiendo las indicaciones de Isabel llego a Solla que es el punto indicado como el de la concentración Elefantentreffen, allí solo veo unos graneros desiertos y no mas de dos casas rusticas de madera, no entiendo nada, paro el motor y escucho el silencio, ni rastro de actividad humana y menos de motor. Verifico el GPS, veo que hay uno lugar llamado Solla cercano, me dirijo a el a escasos kilómetros, aunque es una población algo más grande, aun siendo rural, tampoco se observa ninguna indicación o circunstancia que indique la proximidad de un evento de cientos o mejor dicho miles de motos.

Decido dirigirme a la salida mas próxima de autopista, en mi ruta hacía aquí he adelantado algún grupo de motos, pienso que algunas saldrán por esta salida, solo se trata de seguirlas. Llego a la salida de autopista, y hay dos elementos que me aseguran que voy bien, uno es un pequeño letrero con la silueta de un elefante fluorescentes (no la había visto) y la otra que aparecen dos motos y cogen esa dirección. Las sigo y veo que en lugar de ir hacía el sur de la autopista, como yo había hecho, lo hacemos hacia en norte.

Conforme nos acercamos al lugar veo mas motos, pero no todas van en la misma dirección, hay varias posibilidades de acceso y algunos van a instalarse en sus hoteles en aldeas próximas. Siguiendo los indicadores subo por una pendiente con algo de hielo que voy sorteando, al llegar arriba me encuentro algunas motos paradas y unos motoristas con petos de la organización. Me indican que ese acceso no es transitable, se adentra en un bosque umbrío, veo las grandes placas de hielo, me recomiendan dar un rodeo y entrar por otro acceso. Muy amable uno de los organizadores me acompaña hasta un cruce próximo donde me da la explicaciones.

Circulo por preciosas carreteras con ligeras curvas, pese al frío el sol reinante lo hace mas llevadero. En zonas boscosas debo ir con precaución por el posible hielo, y es allí donde para mi sorpresa me adelanta un grupo de viejas motos de la antigua Alemania Oriental, MZ’s, Jawa’s y una antigua BMW con sidecar, que en plena curva levanta la rueda de este como si nada, evidentemente en estos lugares están mas acostumbrados a estas circunstancias que los que venimos del cálido Sur.

Ya se respira ambiente, debo estar cerca, en los hoteles y bares de las aldeas que atravieso veo motos paradas, esta es una zona que sin duda el turismo rural complementa los ingresos de la agricultura, algunos recogen balas de paja y las cargan como pueden, para utilizarla como base para sus tiendas de acampada sobre la nieve. Llegando a un cruce la acumulación de motos es ya importante deduzco que ya he llegado. Los llegados a este lugar vamos aparcando las motos en el margen de la carretera, porque a unos metros hay una gran placa de hielo y nieve. Allí encuentro a dos españoles venidos de Asturias con los que me dispongo a recorrer a pie un trecho para acceder al recinto de la concentración. Vemos que algunos motoristas locales en sus viejas y destartaladas motos se atreven a cruzar este zona helada, la expresión de uno de mis compañeros asturianos define muy bien su valentía: “tienen poco que perder”.

Ya he llegado..., ya estoy en Elefantes. Hasta llegar al recinto camino un trecho de no mas de dos kilómetros, que no me arrepiento por que me desentumece de tantas horas en moto, y porque una vez en las inmediaciones del recinto la acumulación de motos hace complejo el maniobrar con ellas.

Las motos que voy observando a mi paso pertenecen a dos formas de vivir esta concentración, por un lado están las motos locales, muy antiguas con matriculas de las desaparecidas republicas socialistas alemana y checa, suelen estar en estado lamentable de conservación, las sales vertidas en las carreteras para disolver la nieve ayudan a ese deterioro. Para estos esta concentración es una festividad en la cual el comer, beber y el buen humor es el “life motive”. Su motos, muchas de ellas con viejos sidecares, van decoradas con elefantes de peluche, sus carenados y cubrepuños improvisados con una garrafa de plástico o con un neumático viejo.... La otra categoría de motos es la de las mas modernas, entre las cuales abundan los italianos, para estos es el viaje y la aventura de este, como a mi, lo que les mueve a llegarse hasta allí.

Me hago las fotos de rigor delante del cartel que tantas veces he visto en Internet, ahora ya puedo decir: yo estuve allí. Deambulo por el recinto fotografiando motos curiosa, algunas con ingeniosos esquís adosados para evitar caídas, otras totalmente destrozadas a juego con un a rata disecada que luce en el guardabarros delantero, motos antiguas, sidecares, algún que otro primitivo scooter, etc...





El transito de motos que van y viene es constante, van a proveerse de paja para los lechos de las tiendas, comida y sobretodo bebida que no falte.... Observo todo pero realmente este no es mi ambiente, a mi me gustan las motos, es mas lo que me gusta es ir en moto, las masificaciones de cualquier tipo y los excesos que a veces las acompañan no me atraen como protagonista, aunque me divierto observando las distintas tribus que allí se reúnen....

Empieza a caer la luz de la tarde, el frío es mas intenso, ya he visto suficiente, esta era “la excusa de los elefantes”. Es hora de buscar el hotel que he reservado, cuando pongo la dirección en el navegador me percato que el nombre “Solla” es un toponímico muy frecuente en esta comarca, de ahí el error inicial de Isabel, veis como ahora soy mas comprensivo con ella. El hotel estaba a solo uno pocos kilómetros del lugar de la concentración.

En este caso el navegador me lleva justo a la puerta de una gran caserón con el estiló típico de la zona, esta justo al lado de una iglesia rodeada de lápidas negras de su cementerio, hay un desnivel del terreno que hace que casi todo la altura del hotel quede por debajo del muro de contención del cementerio, se observa que ha tenido que ser reparado en mas de una ocasión por posibles corrimientos, algo tétrica la situación.

Para completar esta tensión de película de terror de serie B, la casa parece deshabitada, aparco delante, la luz ya esta cayendo por debajo de los tejados alargando las sombras negras sobre el manto blanco de nieve. Golpeo las puerta repetidas veces, y al cabo de un rato esta cruje, aparece un amable joven que de un plumazo me vuelve al mundo real, no hay casa encantada ni cementerio misterioso. Me asigna una habitación en el último piso con unas buenas vistas sobres los tejados nevados de la aldea, me acompaña a un garaje posterior donde queda resguardada mi moto, y para colmo de amabilidades me presta su PC portátil para que pueda comprobar los mails de los últimos días.

La reducción de una noche en mi viaje la hice en esta estancia, ya que con la horas pasadas en la concentración doy por satisfecha mi curiosidad, mañana continuaré mi viaje. Antes de cenar me doy una vuelta por los alrededores desiertos y fríos, paseo entre las lapidas todas de mármol negro del cementerio adjunto y semirecubiertas de nieve, realmente el sitio es curioso. La cena también es muy agradable servida en el restaurante del hotel atendido por el joven de la recepción y su esposa, en una cálida estancia de la planta baja, al ser viernes hay algunos parroquianos haciendo un exceso y cenando sobre las siete de la tarde.

Al día siguiente el desayuno me lo sirven en una salita pequeña que a esas horas ya se ha podido aclimatar con la calefacción. Cuando viajo en moto el desayuno es el mayor momento de placer gastronómico, y lo que me sirven ayuda: huevo escalfados, embutidos de la tierra, quesos, mermeladas, bollería, café...., así da gusto empezar el día.

Sacar la moto del garaje es un pequeño reto de malabarismo, en el cual he estado pensando desde que la metí en él. Hay un pequeña rampa llena de nieve y hielo, que tengo que superar de forma suave pero rápida, y que los problemas de embrague que tengo no me ayudarán, ya que este engrana la tracción de forma brusca. Encuentro una pala en el garaje, intento hacer un carril, pero debajo de la nieve hay una gruesa capa de hielo, así que prefiero dejar la nieve. Es pendiente abajo, con lo que tengo es que salir con poca tracción, no frenar ni intentar cambiar de dirección hasta que me encuentre con asfalto limpio, son solo unos veinte metros, así que ¡¡allá vamos!!, encaró bien para salir recto los pies fuera de los estribos, acordaros que he puesto el asiento en la posición mas baja que me ayudan a utilizarlos de estabilizadores, engrano primera, suelto el poco sensible embrague y ya estoy deslizando sobre la blanca superficie, son unas décimas de segundo, pero cuando ya piso asfalto negro respiro hondo.... Recuerdo las palabras de mi colega asturiano respecto a los riesgos de los moteros del lugar: “tienen poco a perder”, si me pasa a mi con mi pesada RT llena de plásticos y equipaje el perder habría sido mucho.

El resto del día solo es una historia de autopistas y frío, mucho frío, llegue a ver en mi termómetro –8º, y debía agradecer que lucía el sol. Deseaba con ardor la aparición de los largos túneles que encontré en Austria, algunos de ellos de más de diez kilómetros en los que la temperatura llegó a los 14º positivos, pero solo salir el termómetro caía en picado. Era sábado y circulaban turismo cargados con esquís ya que mi ruta pasaba cercana a estaciones invernales. En las paradas para repostar o calentarme notaba las miradas con expresiones que iban desde la incredulidad, pasando por la admiración por la proeza, o la compasión por mi estado mental. En una de estas, la que consideraríamos la de la comida, observo que la “pecera” destinada a fumadores tiene una ventanal por el cual entra un cálido sol, y hay una mesa libre junto a un prometedor radiador, pues allí que me voy sin pensarlo, yo que soy un activista antitabaco, los que me conocen darán fe que para hacer esto debería estar realmente congelado....

Entrando ya en Italia las temperaturas se sitúan levemente en positivo lo que es una alegría, aunque la noche ya se me hecha encima. El cansancio acumulado me vence y pese a que mentalmente había pensado pernoctar cerca ce Génova, en Cremona claudico a la vista de un hotel a pie de autopista. Hay dos aparcamientos separados por una valla uno da al autopista y el otro al acceso desde la carretera, veo que esté último es cubierto y mas cercano a la puerta principal del hotel donde estará mas vigilada, paso por un puerta entreabierta y aparco.

Cena, ducha calentita y entre los múltiples canales de deportes internacionales veo el resumen del resultado de mi Barça que ha vencido al Hércules. Duermo y sueño que mañana nuestro eterno rival perderá y ensancharemos la diferencia en la clasificación...

En este caso el desayuno no es tan opíparo, por la poca oferta del hotel, Italia es un país mediterráneo que no cuida tanto esa primera comida como los centroeuropeos. Tengo mi alarma ya tradicional en todos mis viajes de la perdida de llaves, que después de ir y venir de la habitación y revolver todas las bolsas aparecen en un rincón de una de estas. Al salir compruebo que la puerta por la que entré esta cerrada, lo cual me obliga a ir por carretera hasta la mas próxima entrada al autopista. Con ello, sin querer, me he ahorrado mas de la mitad del peaje de cruzar toda Italia.

El día amanece nublado, y empeora rápidamente con una nevada que cada vez se hace mas persistente, el asfalto pierde su color negro por el blanco, reduzco la velocidad, sobre los 90 km/hora. Es domingo y añoro la circulación de camiones, estos seguramente dejarían un carril limpio mas ancho en la derecha, me uno a un convoy de turismo que circulan muy lentamente, pero ni me atrevo a pisar por el carril izquierdo, en este la nieve empieza a tener un altura peligrosa para solo dos ruedas. De tanto en tanto nos adelanta algún todo terreno, enviándome sus salpicaduras de nieve, y de reojo no puedo dejare de ver la sorpresa de sus ocupantes por mi presencia allí en medio de ese temporal. De tanto en tanto la situación mejora cuando el convoy lo abre algún quitanieves, reducimos la velocidad pero el piso es mejor, estas maquinas no obstante solo operan en las inmediaciones de las salidas a núcleos muy poblados.

Mis esperanzas se basa en que conforme me acerque al nivel del mar la nieve se transformará en lluvia. Vuelvo a acordarme de mi teoría de la relatividad que dice que lo muy malo convierte en bueno lo malo, la lluvia uno de los elementos que mas he odiado ahora lo deseo.... Pero a escasos kilómetros de Génova donde la autopista se retuerce en innumerables curvas, que aumentan el peligro de la circulación, no solo no deja de nevar si no que esta arrecia mas. La cúpula del carenado y la visera de mi casco acumulan hielo que se endurece y me dificultan la visión. Tomo una decisión: en Génova iré al puerto y aunque tenga que perder un día mas cogeré el ferry con destino a Barcelona.

Paro en la primera área de servicio que encuentro, allí llamo a casa comunico mi situación y mi posible retraso por lo elementos, naturalmente T, mi mujer, me aconseja que me pare en un hotel o coja el barco. Pero los empleados de la gasolinera me comunican que el temporal de mar también ha cerrado el puerto de Génova. Me dejan conectarme a Internet y compruebo que en la costa azul, ya en Francia, no hay temporal, con lo que decido continuar por carretera. Antes de continuar le aplico a las ruedas un spray de los que mejoran la adherencia sobre nieve. A los pocos kilómetros ya no nieva, la verdad es que lo prefiero, pero pienso en que cuando te preparas para algo esto no sucede.

Y aquí prácticamente se acaba la historia.

Llego a casa con el tiempo justo para ver un partido de fútbol, en el que había soñado.., ¿os acordáis?, pues si, a veces los sueños se convierten en realidad....

Mas fotos aquí: https://picasaweb.google.com/gsidro/1101Elfantentreffen#